¿Por qué ya no se instalan torres arriostradas tubulares?
Durante muchos años se instalaron en todo el mundo torres arriostradas tubulares.
Se trataba de torres de fabricación muy simple, que se ensamblaban en el suelo y se levantaban con una pértiga (o ginpole). El arriostrado se realizaba en cuatro direcciones perpendiculares.
Sus ventajas eran el bajo coste, y su fácil instalación sin necesidad de personal especializado en trabajo de altura y que a pesar de que eran muy livianas, mostraban un buen comportamiento ante las cargas de viento o hielo.
Los inconvenientes eran la necesidad de superficie grande de suelo plano (para ensamblar la torre completa) y la necesidad de bajar la torre completa cada vez que se necesitaba hacer alguna intervención en los sensores.
Parece que ventajas e inconvenientes están equilibrados, entonces ¿por qué ya no se instalan torres arriostradas tubulares?
La respuesta está en el aumento de altura de las torres. Cuando las torres tubulares tenían 50 o 60 metros de altura, competían con las torres de celosía. Cuando se empezaron a solicitar torres de 80 o 100 metros, las ventajas desaparecieron: el coste ya no era tan bajo, y el izado era más complejo, requería de personal más especializado .
Además, los inconvenientes se agravaban, la necesidad de espacio plano aumentaba, y las intervenciones de mantenimiento eran complicadas, y la respuesta de la torre a las cargas ya no era tan buena.
Un caso aparte son las torres de celosía arriostradas, que se levantan por el mismo sistema de pértiga, parece que tienen todos los inconvenientes y pocas ventajas, quizás por eso es una solución muy marginal en el mercado actual.